Biografía de Cecilia Pantoja
Cecilia Pantoja Levi (Tomé, Chile, 21 de octubre de 1943), más
conocida como Cecilia la incomparable o simplemente como Cecilia,
es una cantautora chilena, ídola de la nueva ola en los años
60'.
Reseña
Cecilia representa uno de los fenómenos más atípicos y
sorprendentes de la música popular chilena. Aunque irrumpe como
solista en pleno fulgor de la Nueva Ola, alzándose hacia mediados
de los años '60 como la mayor estrella juvenil de la época, su
estilo y repertorio no responden a cabalidad al molde del
movimiento. Mientras los pares de su generación se limitaban a
doblar las canciones de éxito en Estados Unidos o, cuanto más, a
proponer un pop ligero y elemental, Cecilia adquirió personalidad
propia con un catálogo diverso de canciones que en gran parte
bebían de la tradición musical latina y europea.
Bolero, tango italiano, mambo, chachachá y rock'n roll fueron
algunos de los estilos con que fue construyendo una identidad
musical que no tuvo parangón ni descendencia. Como lo constató a
tiempo su productor musical y por entonces director artístico del
sello Odeón, Rubén Nouzeilles, Cecilia fue única entre los músicos
de su generación. De ahí el nombre de su segundo long play solista,
La incomparable (1965), título que en adelante institucionalizó el
mote artístico con que se haría conocida entre las masas.
Primeros grupos
Cecilia se inicia en el canto a fines de los años '50 en Los de
Tomé, cuarteto melódico formado originalmente por tres hermanos de
apellido González y cuyo nombre tributa a la ciudad de origen de
sus integrantes. Tras la grabación de un primer y único disco
sencillo para el sello RCA, a comienzos de la década de los '60 el
grupo se disuelve, y su voz principal se lanza en solitario junto a
un grupo de apoyo vocal que bautiza Los Singers. Con ellos llega en
1962 a los estudios Odeón para grabar su primer trabajo solista, un
disco single que, al sumar sus dos caras, combina lo que ya
entonces, en pleno despegue de la Nueva Ola, parece
irreconciliable: tango italiano ("Uno de tantos") y rock'n roll
interpretado en idioma nativo ("I wanna live").
Fueron estos los cimientos de la primera gran revuelta de masas
generada en Chile en torno a una cantante juvenil. Un par de años
después de su debut solista, impulsada por canciones italianas como
"Tango de las rosas" (1963), "Aleluya" (1964) y "Baño de mar a
medianoche" (1964), Cecilia cobraba una popularidad hasta entonces
insospechada para una cantante juvenil. A su manera, el fenómeno de
Cecilia fue en Chile similar al que en paralelo provocaron los
Beatles en Inglaterra y Estados Unidos. En los años de su reinado
(1963-1965), fue ella quien lideró las listas de ventas y
popularidad de la prensa y la radio; sus fans se agolpaban por
multitudes en las radios, teatros y estadios donde se celebraban
sus conciertos; y su nombre encabezó varias de las principales
giras organizadas por el país en aquellos años.
Carisma y polémica en vivo
Pero su influencia trascendió a la música y su industria local. Con
un despliegue escénico como nunca antes se había visto en el país,
desfachatado y provocativo, y un catálogo de cruzaba géneros
musicales, Cecilia se convertiría en un símbolo de emancipación
sexual. Tal como ocurrió en otras latitudes con Elvis Presley y
Sandro, la juventud chilena de la época tuvo al frente un modelo
que transgredía modales, convenciones y costumbres. Una prueba de
ello está en su participación de 1965 en el Festival de la Canción
de Viña del Mar. Compitiendo con la canción "Como una ola", de la
chilena María Angélica Ramírez, la cantante se trenzó en una aguda
polémica con las autoridades edilicias de la época al contravenir
la recomendación de no interpretar su característico beso de
taquito, gesto escénico inspirado en la técnica futbolística y
considerado por entonces inapropiado para ser ejecutado por una
señorita como ella. A esta trasgresión se sumó una polémica: pese a
ganar la competencia, su actuación final en esa versión del
festival se realizó entre abucheo de un sector del público que
reprobó la decisión del jurado. Lejos de amilanarse, la cantante de
Tomé respondió con muecas, gestos burlones y uno que otro beso de
taquito.
No es posible explicar el fenómeno de Cecilia sin atender a la
influencia que ejerció en ella su primer productor musical y por
entonces director artístico del sello Odeón, Rubén Nouzeilles. A
diferencia de otros productores de la época, Nouzeilles no
comulgaba con el facilismo de la Nueva Ola. Su formación musical
era tan amplia como para sumar producciones de músicos disímiles,
como Lucho Gatica, Violeta Parra y Los Huasos Quincheros. Las
grabaciones de Cecilia que llevan la firma de Nouzeilles fueron en
definitiva las más trascendentes de su carrera, y se caracterizaron
por ricas orquestaciones que arreglaron directores de planta de la
Odeón como Luis Barragán y Valentín Trujillo.
Resulta sintomático que el comienzo del declive artístico de
Cecilia haya coincidido con su alejamiento de la Odeón. Inquieta
por la progresiva pérdida de popularidad que desde la segunda mitad
de la década experimentó a manos de nuevos ídolos juveniles, entre
ellos José Alfredo Fuentes, en 1968 decide mudarse al sello
CBS/Philips y comenzar a grabar temas que le dieran un perfil más
adulto e internacional a su carrera. Así fue como a contar de ese
año y hasta 1970 propuso versiones progresivas para temas de
Violeta Parra ("Gracias a la vida") y Víctor Jara ("Plegaria a un
labrador"). Pero sin lugar a dudas que el registro más trascendente
de este período fue "Compromiso", una balada de acento rockero que
tres décadas después sería rescatada por Javiera y Los Imposibles.
En su momento, sin embargo, el éxito de este experimento
estilístico fue insatisfactorio, y sus resultados llevaron a la
cantante a probar suerte con todos los medios que tuvo a su
alcance.
Tras editar un primer y único LP para CBS/Philips, Gracias a la
vida (1970), intentó sin suerte iniciar una carrera en México y a
la vuelta, en pleno gobierno de la Unidad Popular, fundó su propio
sello discográfico, Chía Producciones, para el que grabó algunos
pocos temas de corte melancólico y romántico que tuvieron escasa
difusión. Fue éste el último intento importante por recuperar la
gloria perdida.
Leyenda bohemia
El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 la sorprende
cantando en boites y centros nocturnos de la capital, y desde
entonces, aquellos escenarios se convertirán en un refugio para su
supervivencia artística. A diferencia de otros cantantes de su
generación, la ex reina de la Nueva Ola permanecerá al margen de
los circuitos oficiales y masivos de difusión. En los subterráneos
de la deprimida bohemia nacional, Cecilia comenzará a alzarse en
leyenda de una nueva generación que comenzará a valorarla como
figura de culto e ícono gay.
La primera señal al respecto la entrega el director teatral Vicente
Ruiz, quien en 1984 utiliza canciones de Cecilia para musicalizar
una versión de la obra Hipólito que se montó en el teatro El
Trolley. La interpretación de las canciones está confiadas a un
grupo conformado por Javiera Parra, su hermano Ángel Parra
(guitarra), Rodrigo Alvarado (guitarra), Silvio Paredes (bajo) y
Sebastián Levine (batería), la base de Primeros Auxilios. ¿Qué
conexión vio Vicente Ruiz entre Cecilia y una tragedia griega?
«Ella —declaró en diciembre de 1984 al suplemento "Wikén" del
diario El Mercurio— es como alguien majestuoso que desapareció en
la oscuridad del anonimato por una posible autodestrucción. Todas
sus canciones son de amor; pero de un amor fatal, imposible de
concretar. Ella es una mujer que se automarginó».
Aunque el montaje de Hipólito tuvo una repercusión muy marginal,
fue el punto de partida para que Cecilia fuese revalorada entre
nuevas generaciones. Once años después, Javiera y Los Imposibles
incluirían una versión de "Compromiso" en su disco debut de 1995,
la cual encontraría eco en las radios locales, contribuyendo al
renacimiento de Cecilia.
Del resto se encargaron Vicente Ruiz, quien el mismo año patrocinó
una serie de conciertos de la antigua reina de la Nueva Ola (uno de
ellos con un lleno total en el Teatro Caupolicán), y su ex director
artístico, Rubén Nouzeilles, que lanzó dos discos compilados en
formato digital, La incomparable (1995) y Un día te diré (1997),
cuyas ventas sumaron más de 100 mil unidades, delatando el arraigo
popular de sus canciones.
En el mismo período, una obra de teatro sobre la vida de Cecilia
que tocaba el tema del alcoholismo y la homosexualidad alimentará
el mito sobre su figura. A éste contribuirá la biografía no
autorizada Cecilia. La vida en llamas (2002, Planeta), de Cristóbal
Peña. Tras permanecer un mes a la venta, el libro fue requisado por
orden de un tribunal del crimen capitalino, que usó el texto como
medio de prueba para evaluar posibles injurias con publicidad
acusadas por la propia autora en una demanda. Un año y medio
después, el caso fue cerrado sin que el tribunal se pronunciara
sobre el fondo de la demanda.
Pese al impacto y adoración que sigue provocando en un público
diverso, Cecilia Pantoja Levi —como todos los cantantes de su
generación— se ha limitado a administrar su patrimonio musical de
los años '60.